Cahuita.

Parque Nacional de Cahuita. Puerto Viejo.

Parque Nacional Cahuita. (18 de noviembre)

Noche tranquila y deliciosa, aunque lluviosa, y a las 7,30 tomamos el coche para  dirigimos a Cahuita del que estábamos a 1,5 km. Como teníamos tiempo decidimos pasear por este pueblecito peculiar, sencillo y tranquilo y nos sentamos en un puestecillo local para tomar el desayuno: unos huevos revueltos con tomate crudo, un delicioso estrudel y un café. Lugar encantador donde charlamos con  un joven  local, de color con un gorro de lana porque decía que cuando salía del calorcito de la habitación “hacía frío”.


Es curioso la cantidad de gente de color que habita esta zona, Cahuita y Puerto Viejo a donde iríamos por la tarde. Al parecer es  población negra descendiente de los primeros jamaicanos que se establecieron aquí a mediados del siglo XIX, con el fin de trabajar en la creación de la línea ferroviaria que uniría el Valle Central con Limón y después, en las plantaciones bananeras

Regresamos a la playa y paseamos cerca de donde nos habían citado. Mientras esperábamos encontramos varios trozos de coral cerebro que recogimos como tesoros. Luego preguntamos si podríamos sacarlos del país y nos dijeron que había una prohibición con multa, que todos los equipajes eran escaneados y que al año se destruían toneladas de conchas, corales o similares ya que al desconocer su origen  no podían ser devueltos y que aunque fueran organismos muertos, podrían  portar cualquier otro microrganismo vivo u otro contaminante así que nos tuvimos que deshacer de ellos.

Nos acercamos al lugar acordado con Fernando donde encontramos una carpa, pero a las 9, no había nadie. Aunque ha estado lloviendo toda la noche el tiempo ahora es estupendo. Pasados 10 minutos decido llamarle y nos informa de que ha suspendido el tour por la mala visibilidad lo que además  hacía peligrosas las inmersiones y que nos había enviado un whatsapp. En principio pienso que al no tener datos no lo he recibido, pero luego me enojo mucho por el tiempo perdido ya que de haberlo sabido antes podríamos haber cambiado de planes  y no haber estado “pululando” haciendo tiempo casi dos horas.

Y pienso que cuando se envía un whatsapp de estas características hay que comprobar que el interesado lo recibe y lo ha leído. Si no, se envía un SMS, además de que tenía el número de teléfono de la tarjeta Kolbi por si necesitaba hacer uso de él, como había sido el caso. Vamos, que dispuso de varios medios, si hubiera  querido. Pero no quiso ya que luego comprobamos que no teníamos ni whatsapp, ni mensajes, ni llamadas, en ninguno de los dos teléfonos.

Así que lamentablemente tengo que decir que sería el único guía de los que contrataríamos a lo largo de nuestro viaje que dejó mucho que desear y que por tanto no puedo recomendar. Todos los demás demostraron una seriedad y profesionalidad envidiables, lejos de la informalidad de este señor.

Enojada, me resistía a cambiar de plan. Veo como se prepara un barco con una pareja y cuando le pregunto me dice que hay visibilidad y que se puede hacer snorkelling. Desconfío y traslado a otra persona la duda respondiéndome que me lleva y una vez allí se comprueba si hay visibilidad o no pero que en caso negativo le tengo que abonar la excursión, haga la actividad o no. Eso no me gusta nada y Angel no se fía. Menos mal a él, que yo digo que es mi “contrapeso” el que estabiliza a veces mis primeros impulsos, porque de no ser así me habría lanzado directa y me habría ido.

Tendríamos que trazar otro plan y decidimos visitar por nuestra cuenta el Parque Nacional de Cahuita, uno de los más pequeños del país y que combina una zona boscosa con una zona marítima y que estaba muy cerca. (Tenía  previsto realizar esta visita de regreso de la excursión de snorkelling ya que se puede desembarcar en un extremo del parque). 

Aparcamos en una explanada donde nos cobraron por todo el día. La entrada al parque es una donación y allí nos “cazó” nuestro improvisado guía, Arturo que por 5 dólares por persona se ofrece a guiar nuestra visita. Yo había leído que con los guías se ve más y 10 dólares no nos parecía una gran cantidad, así que accedimos. Y lo primero que nos enseñó fue una serpiente amarilla hecha un ovillo en la rama de un árbol en la misma entrada, sobre la gente.

Nos adentramos en el parque y nos sumergimos en el bosque por una ancha y cómoda senda que discurría paralela a la playa entre grandes árboles, entre ellos, muchos almendros de los que se alimentan principalmente los perezosos muy característicos de este parque.  Vamos dejando a nuestra izquierda la paradisiaca playa de arena fina y que tengo impaciencia por pisar con sus cristalinas aguas, algo revueltas  y en las que deseo sumergirme.Pero tendré que esperar.

Arturo nos muestra perezosos algunos durmiendo, otros  comiendo o, extrañamente moviéndose ascendiendo o descendiendo por los árboles. Monos de cara blanca o capuchinos a quienes define como peligrosos  sobre todo porque la gente en su ignorancia les ofrece comida pero ellos no entienden que no se les dé más y cuando esto ocurre se pueden volver agresivos. 


Continuamos nuestro camino protegidos del sol por esta impresionante cúpula arbórea hasta recorrer los 6 km que tiene este sendero en los que disfrutamos además de una familia completa de mapaches que descaradamente se paseaban a escasos metros del sendero y entre la gente y  murciélagos dormitando colgados del tronco de un sangrillo.
 Iniciamos el regreso por el mismo camino que habíamos traído. Hoy, al ser domingo, hay bastante gente que viene sobre todo a disfrutar de la playa, principalmente familias con sus comidas. Arturo insiste en que podemos hacer snorkelling pero Angel sigue desconfiando y oye a un guía del parque afirmar que la mar está mala, así que debo renunciar a mi plan inicial y tras despedirnos de nuestro guía, volvemos al coche a ponernos un bañador regresando ahora a disfrutar de esta hermosa playa de arena blanca. 

Caminamos por ella buscando el final donde ondeaba la bandera verde que permitía el baño. El azul del cielo se mezclaba con azul intenso del mar y  el verde  de la vegetación. Y en medio, la fina línea de arena blanca de la playa. El sol pica así que cuando llegamos casi al final el baño apetece.

Establecemos turnos y comienzo yo. Me sorprende la tibieza del agua. Es muy apetecible. Y…¡me estoy bañando en el Caribe! Y disfrutando de una paradisiaca playa a la que solo la afluencia de gente la resta encanto. Jamás llegué a pensar que lo haría. Intento disfrutar de mi primer baño. El mar parecía tranquilo pero vino una serie de tres olas y si bien pude sortear las dos primeras, no así la  tercera  que me dio un buen revolcón, perdiendo mis gafas de nadar –recién estrenadas- y terminando con la braga del bikini en los talones. 

Tras recuperar mi dignidad como pude cedí mi turno a Angel avisándole de que esto no era nuestro mar Mediterráneo, tranquilo y apacible. Luego observé y no solo aquí, que la gente  permanecía donde el agua no le sobrepasaba como máximo la cintura y sencillamente se arrodillaba o sentaba en el agua para disfrutar de una temperatura estupenda, junto con algún refresco como luego vimos en Puerto Viejo

Mientras que Angel se daba su baño observé como  monos capuchinos andaban por las ramas de los árboles cercanos, algunos a escasos 2 metros de nuestras cabezas, supongo que esperando alguna distracción de algún turista. Aproveché ese tiempo para hacer una videollamada a los chicos y mostrarles la belleza del lugar así como la cercanía de los monos. Cuando aproximé el teléfono a una pareja, sorprendidos me mostraron sus colmillos amenazadoramente, por lo que inmediatamente dí varios pasos atrás sin perderlos de vista.



Pero aquí, además de los monos, los simpáticos mapaches no parecían resultar muy amigables, ya que cuando se acercaban a algún grupo la gente se avisaba a gritos recogiendo  bolsas y es que he leído que son muy hábiles con las manos abriendo mochilas o bolsas y extrayendo comida, o directamente llevándosela. Más de una familia se habrá quedado sin  su almuerzo.

Después de nuestro baño y primer contacto con las aguas del Caribe,  iniciamos el regreso ahora por el interior del parque protegidos del sol por la sombra de los árboles. Y seguimos disfrutando de más fauna, aunque ya nuestra curiosidad parecía encontrarse satisfecha. En el aparcamiento nos cambiamos discretamente y elegimos un restaurante para comer un casado, barato, unos 10 euros los dos pero de no muy buena calidad.


Y pusimos rumbo a Puerto Viejo, hacia el sur, a donde llegamos en poco tiempo. Aparcamos a la salida y retrocedimos descubriendo un lugar con un excelente ambiente caribeño con muchos puestos y gente en la playa.







Recorrimos lo que parecía la calle principal o central de esta localidad, llena de puestos, bares y restaurantes. Compramos unos patis para nuestra cena, comida típica de la zona recomendada por el conductor que nos recogió en el aeropuerto de San José. Debía ser muy popular ya que encontramos varios puestos de venta y todos parecían caseros. 


Y regresamos ahora por la playa muy hermosa y  con mucha gente al ser festivo. Al atardecer dejamos esta localidad, no muy recomendada para que la noche nos sorprendiera paseando por aquí.

De vuelta ya en nuestra habitación dimos buena cuenta de este delicioso plato típico de carne y manzana aunque también lo había de más productos. Son como empanadillas pero con  distintos rellenos. Y no echaba de menos irnos a cenar fuera. El cansancio y la pereza se apoderaba de nosotros.

Nos fuimos a la cama muy pronto ya que  el día de mañana se preveía duro. Teníamos que llegar a Arenal-la Fortuna y a una hora que nos permitiera disfrutar de alguna actividad, así que tendríamos que salir con el amanecer, no más allá de las 6 de la mañana.

Hasta ahora no he comentado que la luz en Costa Rica va desde las 5,30 o 6 hasta las 17,30 o 18 horas así que decidimos funcionar con ella, exprimiendo las horas al máximo para estar en la cama descansando no mas de la 9 de la noche.

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