Místico. Termas Baldi. Mirador del Silencio. Río Tabacón
Arenal-la Fortuna. (19 de
noviembre)
Despertamos un poco antes del amanecer así que nos levantamos con
tranquilidad y a las 5,45 estábamos ya en nuestro coche camino a la Fortuna.
Ruta muy tranquila, al principio mucho tráfico que luego descendió.
En Limón nos sorprendieron los montones de basura depositada en bolsas
en la calle, lo que daba una desagradable sensación de suciedad. Lo achacamos a que allí no había cubos,
sencillamente se sacaba en bolsas a la calle para que fuera recogida y hoy era
lunes, por lo que se habría acumulado la basura del fin de semana. Sin embargo
esa aparente suciedad no la vimos en ningún otro sitio del país
independientemente del día de la semana que fuera.
El camino transcurrió con lluvia a ratos y agradablemente pude
comprobar que no tuvimos que tocar para nada la ruta 32 en su ascenso y
descenso del Parque Nacional de Braulio Carrillo con sus enormes camiones
americanos de cinco ejes y con una densidad de tráfico muy alta.
Sobre las 9,30 llegamos a nuestro hotel, el Arenal Xilopalo, en un
sitio tranquilo, alejado del centro, pero en el pueblo.
Nuestra habitación no estaba preparada pero pudimos dejar el equipaje.
La persona que atendía la recepción nos
dio unos excelentes consejos que seguimos. El primero, comprar la entrada al
parque de Místico a través de él con lo que ya conseguíamos tener la entrada reservada. El segundo, adquirir también a través de él las entradas para las
termas Baldi. Además de resultarnos más barato que las entradas a las Ecotermales
que era donde tenía previsto ir, nos incluía una cena tipo bufet, y la tercera,
sustituir la visita al Parque Nacional del volcán Arenal por el Mirador del
Silencio, más tranquilo y similar. Nos explicó que los terrenos de los parques pueden
tener varios propietarios y uno de ellos suele ser el propio Gobierno. Era el
caso de este Parque, donde el Mirador del silencio era una parte del mismo y de
propiedad privada. Era menos visitado y mucho más tranquilo, con senderos muy
buenos con poca gente y donde no solían ir los autocares cargados de turistas. Además estuve valorando la posibilidad de ir a la catarata de La Fortuna pero me dijo que además de cara y tener que invertir un esfuerzo, había saltos de agua, si no mejores, si similares que podríamos disfrutar en otras partes del país. Así que hicimos nuestra elección.
La llegada tiene unas subidas considerables, pronunciadas, y al final
un buen aparcamiento. Y no dejó de llover, así que con ella omnipresente
accedimos a este hermoso lugar.
Es verdad que la lluvia en la selva, golpeando las hojas de la gran
variedad de plantas que la pueblan tiene una música especial. Es…como un
concierto con distintos instrumentos ya que el ruido de una gota que golpea una
gran hoja, no es el mismo que la gota que golpea el suelo, un charco o un
tronco. Y no solo el sonido es hermoso. El agua aumenta también el brillo de
las hojas resaltando sus distintos tonos de verde. Pero fue muy persistente e intensa, no cesando en
las dos horas que duró nuestro recorrido.
No tuvimos otra que resignarnos y tratar de protegernos de ella con
gorros, capas y paraguas. Esta lluvia impidió que pudiéramos ver animales ya
que al igual que nosotros, se protegen de ella, y únicamente pudimos disfrutar
de una serpiente bocaracá que se encontraba fuera del camino a un metro escaso
y que nos mostró un empleado de la limpieza, después de preguntarnos si
queríamos verla. Supongo que hay gente a la que no les gusta. Es una de las más
venenosas que existen.
Y eso fue todo lo que vimos en cuanto a fauna. Eso sí, pasear por este
singular lugar tiene su magia. Parece
que nos deslizamos sobre las copas de los árboles cuyas hojas brillan
tiritando con el golpeteo continuo de la
lluvia que no cesa de caer. Seguimos disfrutando de este concierto especial que
nos rodea, y de un entorno selvático único, frondoso, denso, espectacular, pero
estos momentos especiales se disuelven momentáneamente cuando comienzo a sentir
mis pies mojados y con ellos se marcha parte de la poesía del momento. Mis maravillosas zapatillas de goretex resistieron
tan solo dos horas.
De regreso al coche, al quitarme la capa no compruebo que la capucha
contiene agua y me cae toda encima. El resultado es que además de los pies
mojados, también la parte superior de la camiseta y algo la ropa interior. Y no
me puedo permitir el lujo de enfermar así que me quité la camiseta y la puse en
las toberas de salida de aire, con la
calefacción a tope.

Después de comer nos acercamos al hotel, tomamos posesión de nuestra habitación, cogimos los bañadores y toallas y nos fuimos a tomar nuestros baños a las termas Baldi.
Si queríamos una taquilla para dejar la ropa y el calzado teníamos que
abonar 6 dólares por cada una, así que informados como estábamos por la persona
de recepción de nuestro hotel, subimos a la parte superior del aparcamiento de
las termas y allí nos quitamos la ropa para bajar a las piscinas.
Hay un total de 25, cada una con temperaturas que van ascendiendo desde los 34ºC a los 67ºC y rodeados de hermosos jardines de vegetación tropical y una cuidada iluminación. Así fuimos entrando y saliendo de una a otra hasta probarlas todas, la temperatura de la última era casi insoportable.
Hay un total de 25, cada una con temperaturas que van ascendiendo desde los 34ºC a los 67ºC y rodeados de hermosos jardines de vegetación tropical y una cuidada iluminación. Así fuimos entrando y saliendo de una a otra hasta probarlas todas, la temperatura de la última era casi insoportable.
A la entrada habíamos tenido que decidir el horario para tomar la cena,
y tendríamos que estar a esa hora secos y vestidos así que cercana ya la hora
acordada, regresamos al coche para cambiarnos discretamente. Una vez en el
restaurante, elegimos nuestros platos y disfrutamos de una esplendida cena,
pero tengo que decir, que no mejor que la comida.
Ya noche cerrada regresamos al hotel. Al entrar en la habitación el
olor fuerte que había en ella me obligó a comunicarlo en la recepción disculpándome
por ello. Seguramente serian los barnices, o los tratamientos antihumedad de la
madera, pero lo cierto es que recordé una noche en Asturias en la ruta del
Cares donde nos alojamos en unas cabañas de madera con un olor también muy
fuerte y como resultado de ello la garganta me estuvo molestando algunos días. Así se lo hice saber y amablemente nos
cambiaron a otra habitación. Esta olía a madera, pero ya no a algo más fuerte.
Añadir que la gente del país es extremadamente amable mostrándose deseosos
por satisfacer y ayudar lo que contribuye a crear un buen clima de confianza y bienestar.
Nos fuimos a la cama muy pronto y el sueño nos venció rápidamente.
El Mirador del Silencio y el Río
Tabacón. (20 de noviembre)
Nos levantamos pronto pero con tranquilidad. Durante toda la noche la
lluvia no había cesado y continuaba lloviendo
y con mucha intensidad. Me asomo al porche que da acceso a la habitación y el
agua cae en cascada de los tejados. Así
que, como primera consecuencia, no
podríamos disfrutar de las distintas aves que visitarían un comedero que tenían
junto a la recepción, la segunda, sería
que el cono del volcán continuará tapado por las nubes, y por último, lo que
hiciéramos hoy estaría pasado por agua.
El plan del día pasaba por desayunar, ir a dar un paseo al Mirador del
silencio, comer y terminar sumergidos en
el río Tabacón. Así que resignados a la lluvia, cogemos lo que consideramos
necesario para todo el día. Y lo primero que tenemos que hacer es desayunar y curiosamente
nos resulta difícil encontrar un sitio a precio razonable y es que nos cuesta
casi como la comida. Después de buscar sin encontrar preguntamos por el precio de tan solo
un café con tostadas, prescindiendo
de un buffet libre con mucha comida o un desayuno muy surtido y
obtuvimos un precio acorde con nuestra petición.
Después salimos hacia el Mirador del Silencio cuya desviación
encontramos en la misma carretera que ayer nos llevó a Místico. Al final de este camino encontramos un
aparcamiento con tan solo un vehículo más. Estupendo. Pero,…sigue lloviendo.
Hay una caseta de información donde encontramos un plano con los
senderos que hay. Elegimos el de la araña, el número 1, de unos
6 km, que nos llevará hasta la colada de lava de la erupción de 1968 para tomar
luego el sendero los Sainos, el número 2,
de descenso hasta el aparcamiento. Despliego mi bastón y nos preparamos para la
lluvia, pero justo cuando comenzamos parece que cesa.
Nos internamos en un bosque primario con enormes árboles y caminamos
entre una densa vegetación que nos rodea por todas partes. Hay mucha humedad y
oímos los sonidos de aves mientras que caminamos en completa soledad.
Disfrutamos de una belleza para nosotros sorprendente y única, y de mucha paz.
Entre tanta vegetación, tan exuberante, nos sentimos pequeños, minúsculos…. A
ratos una fina lluvia hace acto de presencia pero apenas nos molesta ya.
Seguimos caminando siempre sumergidos en este océano verde y en un momento determinado vemos tucanes. Los vivos colores de su pico destacan entre tanto verde que lo cubre y rodea todo y esos colores también le delatan dejándose observar y fotografiar sin problemas. Nos sorprende su belleza y disfrutamos como niños pequeños ante un juguete nuevo. Nos parece un lujo y casi un sueño del que la persistente lluvia nos saca.
A veces caminamos sumergiendo nuestros pies varios centímetros entre el
agua y una alfombra verde. Los arboles albergan multitud de variedades de
plantas, como distintos tipos de helechos y sobre todo, orquídeas que se
observan mucho mejor sobre el tronco y ramas de árboles muertos. Yo me siento
fascinada por la vida que late por todos los rincones. Cualquier superficie,
por pequeña que sea, alberga algún tipo de vida, vegetal o animal.
Salimos del bosque a cielo abierto para iniciar ahora un breve ascenso
por un sendero estrecho de lava, la que dejó la última erupción del año 1968. Una
vez arriba me sorprende comprobar que estos ríos de lava están prácticamente
cubiertos de vegetación pese a la reciente erupción del volcán. Y me vienen a
la memoria las imágenes de las Islas Canarias cuyas erupciones han sido
bastante anteriores y cuyo paisaje es de casi completa desolación.
Y como no, disfrutamos de la vista del espectacular cono volcánico, lo
que las nubes nos dejan ver puesto que cubren su parte superior que alcanza una
altura de 1670 metros.
Este coloso con forma cónica estuvo dormido por más de 400 años y a finales de julio de 1968 despertó con una
fuerte erupción que provocó la muerte de casi 90 personas cubriendo de lava,
roca y ceniza más de 15 kilómetros cuadrados y afectando a más de 230 kilómetros
cuadrados dañando cultivos, propiedades, ganado y bosque. Después de ese
suceso, el volcán se ha mantenido activo con
erupciones de rocas, humo, ceniza y lava.
Desde este mirador disfrutamos de unas esplendidas vistas descubriendo
a ratos un gran lago a nuestra izquierda que la niebla cubre y descubre jugueteando
caprichosamente. Permanecemos un tiempo
relajados en el mirador esperando a que el viento barra las nubes que cubren el
cono y aunque parece que lo vamos a conseguir no ocurre, así que decidimos descender.
El regreso, casi siempre de bajada y ya sin lluvia, se nos hace algo pesado. Hay
mucho barro y puches por lo que tenemos que pisar con cuidado. No conseguimos
ver ningún animal más aunque sabemos que entre otros hay monos.
Terminado nuestro paseo bajamos a la ciudad a comer. Esta vez pagamos
15 dólares por unas exquisitas enchiladas
y unas ensaladas para regresar después a lo que llaman las “termas de los
pobres”, frente a las termas Tabacón.
Aparcamos en la cuneta y hay un vigilante (gorrillas) que nos pide 4 dólares
aunque le dimos 2 como nos sugirieron en la recepción del hotel. Muy importante
bajar con unos escarpines cerrados que permitan en primer lugar llegar y bajar al río y
después caminar por él en cuyo fondo hay piedras resbaladizas.
Bajamos hasta dar con un túnel o puente por el que por arriba pasa la
misma carretera. No me gusta lo que veo, está desolado y descuidado, pero cuando cruzamos al otro lado descubrimos
otro mundo. Nubes de vapor se elevan por encima de las cabezas de la gente
que está dispersa en distintas pozas
creando un extraño y curioso entorno.
Pero, hay que prestar atención al suelo, a donde vamos colocando los pies y
seleccionar nuestro propio lugar.
Mientras que nos desplazábamos con mucho cuidado un grupo de personas llama nuestra atención sobre un animal
que tranquilamente se paseaba por la
orilla opuesta. Tiene el tamaño de un perro mediano, de color café y con una
cola grande. Se trata de un pizote o
coati en busca de comida. A lo largo de
nuestro viaje disfrutaríamos y conoceríamos más sobre estos simpáticos y
traviesos mamíferos.
Elegimos un “agujero” y allí nos tumbamos a disfrutar de la curiosidad y el placer de bañarnos
en un río cuyas aguas discurren transparentes y calientes. De vez en cuando llueve y es
curioso el contraste térmico del agua
fría en nuestras caras con el resto de nuestro cuerpo sumergido en la cálida corriente del río Tabacón.
Cayendo ya la luz decidimos dejar este más que peculiar lugar para
regresar al hotel. Y volvemos a ver el pizote por segunda vez. Una turista se empeña
en perseguirle para fotografiarlo con su teléfono y el animal tranquilo, trata
de huir. Intento que desista pero parece
no entenderme por lo que pronuncio un contundente “¡no!” pero ella insiste
hasta que el pobre animal se va asustado. Por gestos la digo que hay que pensar
un poco y se vuelve transformada como una bruja gritando algo en un inglés
incomprensible para mí y no sólo por mi nivel de conocimientos del idioma sino
por los gritos que daba y lo perpleja que me quedé.
Y al margen de este pequeño incidente que enturbió algo la tarde tengo
que afirmar que disfruté mucho más de este sencillo pero muy peculiar lugar,
que de las sofisticadas termas ayer.
En el aparcamiento nos cambiamos como pudimos y de regreso en la
habitación cenamos lo que encontramos. No teníamos ganas de salir a ningún
sitio, estábamos cansados así que a las 20,30 nos fuimos a dormir. Y es que el
día de mañana se preveía duro. Teníamos que llegar a Monteverde por una
carretera muy mala y además, una vez allí intentar hacer alguna actividad de
las programadas por lo que no podíamos demorar nuestra partida y deberíamos
estar en la carretera con la luz de la mañana.
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